
En la explicación e interpretación del vínculo entre la guerra y el deporte, existen esencialmente dos teorías. La primera es que los deportes son complementarios de la guerra, que estimulan y fomentan actitudes y comportamientos bélicos, y que tienen una función educativa en la preparación de los hombres para el combate.
La segunda teoría es que el deporte representa una alternativa a la guerra. Esto significa que el deporte puede verse tanto como una «válvula de seguridad», que tiene el efecto de desviar las tendencias agresivas de la violencia bélica; y una manifestación paralela de las mismas tendencias agresivas y competitivas.
Existen algunas similitudes entre la naturaleza del entrenamiento de fútbol y el arte de la guerra. Primero, el fútbol es una forma de crear camaradería entre masas de tropas. En segundo lugar, también es un baile en la vida civil tanto como un baile de disciplina en el ejercicio físico y el trabajo en equipo que puede transferirse con éxito a la experiencia de batalla táctica.
En tercer lugar, ambos implican concursos de fuerza física y habilidad y tienden a reforzar la solidaridad y la identidad del grupo. En cuarto lugar, y no menos importante, ambos alimentan el orgullo nacional y, a veces, incluso el revanchismo étnico.
Un poco de historia
Se sabe que una de las formas de fútbol más antiguas que se conocen —como lo reconoce la FIFA—, proviene directamente de los guerreros espartanos de Grecia. En la antigua Grecia, los hombres practicaban un deporte parecido al fútbol llamado Episkyros en el que intentaban lanzar una pelota por encima de una escaramuza mientras evitaban los placajes, al igual que el cuju japonés. El juego se basó en la organización del equipo y la formación defensiva durante un período de fuerte militarización en la antigua Grecia.
El resultado
A partir de los años sesenta del siglo XX muchas subculturas juveniles como los skinhead, herbert, mod, punk o rude boy se han visto ligadas al movimiento hooligan.
