Por otro lado existen colectivos que se oponen frontalmente a la enseñanza de religiones, dejando a la religión como algo a nivel personal. Las enseñanzas religiosas varían, incluso de una ciudad a otra, tanto por motivos espirituales, como sociales y tendencias que se van dando en la medida que pasa el tiempo. Podemos encontrarnos con pacifistas puros a radicales que buscan el martirio.
Además, se puede argumentar, que no existe una religión común capaz de crear cohesión social. En el mundo de hoy, las religiones dividen, no unen. El papel de cohesión social asignado a la religión por los primeros sociólogos clásicos, no es funcional cuando la pluralidad de visiones religiosas y seculares son conflictivas o incompatibles.
El mejor ejemplo es el caso de los homosexuales que son tratados por la mayoría de las religiones como gente enferma que traen el mal a sus sociedades.
La ciencia nos confirma de manera taxativa que la homosexualidad es inherente al ser humano, por lo tanto, esta visión de la sexualidad, por parte de la religión es errónea. Tanto la psiquiatría como la psicología han demostrado que la homosexualidad no es una enfermedad como lo indica la religión.
Los niños que dan señales de amaneramiento o ambigüedad sexual son traumatizados de por vida. Sus compañeros los aíslan y torturan con epítetos y persecuciones que en inglés se conoce como bullying. El sufrimiento de estos niños es motivo de escrutinio público en los Estados Unidos donde muchos han optado por el suicidio.
Otro aspecto clave es la enseñanza de la sexualidad en los colegios, que sin lugar a dudas un tema tabú para la mayoría de las religiones. Las religiones no desean que sea enseñada o lo sea de forma sesgada, para que se ajuste a sus creencias.
Es necesario educar para que las mujeres no sean vistas como símbolos sexuales y de conquista de los varones; para cambiar la división sexual del trabajo y promover una paternidad responsable; y para desmantelar el modelo actual sexista de los roles de la sociedad.
El culto a la Virgen María se fundamenta en dos modelos que mantienen a la mujer subyugada y obediente: virginidad antes del matrimonio y maternidad forzada sin anticonceptivos por el resto de su vida fértil. Valoriza la membrana del himen por encima de los valores de su carácter, algo común con el simple uso de un tanpón higiénico. Por otra parte, reduce el valor de la mujer a su rol materno, negándole el uso de anticonceptivos para forzarlas a llevar a término embarazos peligrosos o indeseados.
Para aquellos que si desean la enseñanza, nos indican que el olvido y la ignorancia de la religión podría tener consecuencias catastróficas para la cultura en general y la memoria colectiva. Esta puede producir que sea conducida por fanáticos que la utilicen como arma arrojadiza, como ha venido siendo desde hace miles de años. Por estos motivos es esencial que se enseñe correctamente.
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